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Enseñanza a distancia, pero no distante.

Imagen de estudiante vista desde atrás. Enlace a Flipboard.

Hace unos días alguien comentaba que no podía imaginarse lo que hubiera sido un confinamiento como el actual hace veinte años: sin Internet generalizado, sin plataformas digitales para ocio, con una limitadísima oferta de cadenas de televisión.

Dicen (y estoy seguro de que hay datos de sobra para demostrarlo) que nunca antes en la historia ha habido un número tan elevado de conexiones a través de videoconferencia como las que se están produciendo en estos momentos.

Millones de personas han comenzado a teletrabajar desde sus casas (¡teletrabajo!, esa modalidad laboral que ha sido denostada y vista con desconfianza hasta la fecha porque no permitía controlar a los empleados) desde el minuto uno del confinamiento. Y si bien es posible que haya quien se esté “aprovechando” de esa falta de control, es también evidente que hay muchos más que están dándolo todo y poniendo más horas que nunca en hacer bien su trabajo.

Las administraciones educativas han pensado que se podían poner en marcha y reforzar las plataformas educativas existentes (probablemente bastante infrautilizadas hasta la fecha) y proveer de contenidos al alumnado “a distancia” a través de medios tecnológicos y digitales también desde el primer momento.

Todo eso ha sido posible gracias a la tecnología. A una tecnología que ha evolucionado tanto en tan poco tiempo que el escenario actual hubiera sido impensable hace tan solo unos pocos años. Y que, si bien se prevé que la debacle económica va a ser enorme, intuyo que sería mucho mayor si todas las personas que a día de hoy se han quedado “en casa” no tuvieran la posibilidad de continuar comunicándose con los demás y de trabajar a distancia, en mayor o menor medida gracias a la tecnología.
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